lunes, 25 de mayo de 2009

'Derechos torcidos', de Esteban Beltrán. Verdades muy incómodas.


Iniciamos nuestra pequeña sección de libros recomendados con éste de Esteban Beltrán, director de la sección española de Amnistía Internacional (actualmente en excedencia). Bajo el irónico título aparece la aclaración del mismo: "tópicos, medias verdades y mentiras sobre pobreza, política y derechos humanos". Y es que este conjunto de mixtificaciones son precisamente las que mantienen "torcidos" a esos derechos que deberían ser inalienables, tal como se recoge en los principales Tratados Internacionales y textos constitucionales. Comienza este valiente ensayo por advertir al lector que va a enfrentarse a la argumentada refutación de buena parte de las ideas comunes que la pereza de los medios de comunicación o, directamente, los envites manipuladores de los poderes fácticos han ido sedimentando en nuestro criterio. El libro se convierte, así, en un puñado de verdades demasiado incómodas para merecer una lectura pasiva: bien al contrario, deja al lector con la necesidad de conocer más y mejor los temas que se tratan . Afortunadamente incluye una suerte de "bibliografía" en la que reseña numerosas fuentes escritas y digitales para cada uno de los capítulos, detalle plausible por cuanto no se limita a enumerar las habituales referencias difícilmente localizables para un público no especializado, sino que proporciona accesos directos con los que profundizar y contrastar las informaciones que maneja y sobre las que emite opinión el autor.
Si algo caracteriza esta obra no es tanto su afán polemizador cuanto su honestidad al abordar toda clase de cuestiones, por espinosas que resulten: y es que no elude la incomodidad de afirmar (sentencias judiciales mediante) que en España se practica la tortura, o que nuestra Transición no fue tan modélica como siempre hemos oído, hasta el punto de que somos uno de los escasos países que tras haber sufrido una dictadura no ha restituido la memoria de sus víctimas. Desde este punto de vista, es altamente valioso para tomar un poco de perspectiva con respecto a los grandes debates humanitarios que con frecuencia ensucia la política. Así, en mitad de la discusión acerca de la Ley de la Memoria Histórica no está de más recordar que "el 22 de marzo de 2006, a dos días de cumplirse el trigésimo aniversario del golpe de Estado en Argentina, su Ministerio de Defensa dio orden de garantizar el acceso irrestricto de víctimas y familiares a documentación y bases de datos de las fuerzas Armadas", o que "En Brasil se han creado centros de la memoria y transferido a los archivos públicos la documentación de la policía política. En su Constitución se reconoce el habeas data como derecho fundamental de acceso a la información". Vergüenza producen entonces los torpes argumentos de la derecha española acerca de los "peligros" para la convivencia que supone rescatar cuerpos asesinados de ignominiosas fosas comunes.
Beltrán, como decimos, no ahorra mandobles dialécticos contra las ONG's, los alentadores del fantasma de la inmigración o de la pena de muerte, etc. Pero si algún capítulo nos parece admirable y necesario, aunque sea por el arrojo que supone enfrentarse al último de los tabúes del mercado, es el que dedica a la "Responsabilidad Social Corporativa". Tal como el propio autor expresa en el capítulo dedicado a "las palabras que matan": "los poderosos del mundo siempre han utilizado el lenguaje para camuflar o resaltar con impunidad sus políticas y prioridades (...) hoy vivimos épocas menos toscas en la utilización del lenguaje y, por tanto, más peligrosas". Y ciertamente, el timo intelectual de la "Responsabilidad Social Corporativa" es el más sofisticado y reciente de esos usos perversos. Gracias a él las empresas más contaminadoras del medio ambiente se nos presentan como defensoras del mismo, las que contribuyen, con su intervención en el mercado, a generar exclusión nos enternecen con su sensibilidad hacia los diferentes, las que a través de sus mercaderías consolidan el sistema patriarcal y sexista son las creadoras de la "nueva mujer"... y así podríamos seguir. Todo ello servido en elegantes mensajes publicitarios, puesto que de eso se trata: la RSC es la última moda en publicidad, vender 'buenismo' como quien agita el capote rojo con la confianza de que el consumidor mirará hacia allí y olvidará otras perspectivas. Cada día más se hace imprescindible una labor intelectual de deconstrucción del lenguaje de los poderosos, que como primera barrera frente al conocimiento y la información democráticas nos condiciona hasta extremos inimaginables. Beltrán, por ejemplo, nos habla de que tras la expresión "con respeto a las leyes de cada país" las multinacionales se sirven de esclavos, esquilman el medio ambiente, trafican con riquezas y vidas sin distinción. Aspectos que no veremos en sus campañas publicitarias -que nos harán sentir mejores personas si consumimos sus productos-. A propósito de esto, no cabe duda de que una de las materias que corren el riesgo de fosilizarse mediante su incorporación-domesticación en las estrategias empresariales de RSC es precisamente la de la igualdad de género; tendremos ocasión más adelante de analizar algunas actuaciones tanto empresariales como institucionales que así lo demuestran.
En definitiva, estamos ante uno de los pocos casos en que el adjetivo "necesario" aplicado a una novedad editorial resulta verdaderamente pertinente. Lo necesitamos para recordar que se siguen cometiendo terribles violaciones sobre los derechos humanos, y que en nuestra mano está reconducir su rumbo torcido.

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